The Joker Express
Es domingo y ya la temperatura marca 20 grados. Mejor salir ahora. No son las ocho todavía. Me puse los cascos y empiezo mi caminata.
Seguro será uno de los mejores días para los veraneantes. El cielo no tiene una gota de nubes y en las pocas cuadras, hasta la avenida Agraciada, ya sube un grado la temperatura.
Entonces, en el medio del cruce, veo al muchacho. Su despojo —solo llevaba unas bermudas y una media— y su cabeza rapada me recuerdan al protagonista del Expreso de Medianoche. Sin embargo, su boca pintarrajeada de rouge, me recuerda al Joker. Está notablemente trastornado. Me mira a los ojos, y yo, detrás de los lentes de sol, a él. Pero mi cabeza sigue orientada hacia el este, hacia la rambla en la bahía, que es mi circuito de los domingos.
¿Es una mirada que pedía ayuda? ¿Es amenazante? Me decido por esto último y sigo mi camino.
Ya algunos camiones salen a la ruta. Cada calle, que desemboca en la bahía, abre una brecha a una postal. De entre esos espacios ya están remoloneando algunos indigentes. Una parejita se sacude la tierra el uno al otro. Ella me ve y le dice algo al morochito. Me imagino que están sopesando si atacar al veterano solitario.
Decido volver a calles más seguras y subo la loma hasta Agraciada, para retornar cuesta a bajo. Al llegar a la avenida pasa un ómnibus con el luminoso «Expreso». Baja a una velocidad inusitada. Recuerdo al muchacho de una media sola. El escalofrío que siento se ve reforzado porque justo, en mis auriculares, sale la canción que suena cuando Arthur Fleck, el personaje principal, comienza a transformarse en el Joker. Solo que ésta es otra versión...
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