¿Y si ésta vez sí la cagamos?

 



La humanidad tiene una larga historia de crisis y revoluciones que parecían estar a punto de enviarnos directo al desastre. Sin embargo, aquí seguimos, más o menos enteros, aprendiendo, adaptándonos y, a veces, improvisando para salir adelante. Pero ahora que estamos frente a la revolución de la inteligencia artificial (IA), ¿qué pasa si esta vez no logramos zafar?


Crisis que nos hicieron temblar

Revolución agrícola: Hace unos 10,000 años, pasamos de ser cazadores-recolectores a plantar y cosechar. Suena genial, pero para muchos significó trabajo duro, enfermedades y una marcada desigualdad. Aparecieron las primeras estructuras políticas y sociales que sentaron las bases para el predominio de sistemas jerárquicos y de poder, que con el tiempo derivaron en sistemas económicos como el capitalismo.

Revolución industrial: Siglos después, las máquinas y fábricas transformaron la economía y la sociedad. Surgió el capitalismo moderno, basado en la producción masiva, la propiedad privada y la competencia. La industrialización trajo un crecimiento económico sin precedentes, pero también explotación, desigualdad creciente y concentración de poder en manos de unos pocos. Las democracias se consolidaron en algunos lugares, pero en otros el poder económico y político quedó muy concentrado.

Revolución informática: La digitalización abrió nuevas fronteras, conectando el mundo y transformando la comunicación, el trabajo y la política. Pero también se profundizaron las brechas sociales y económicas y surgieron riesgos para la privacidad y la autonomía individual. En esta era, la democracia enfrenta nuevos desafíos: la manipulación digital, la desinformación y la concentración del poder en grandes corporaciones tecnológicas.


La carrera por la IA: ¿Un nuevo frente de la Guerra Fría?

Hoy, la inteligencia artificial no solo es una cuestión tecnológica, sino también geopolítica. Estados Unidos y China están inmersos en una especie de guerra fría tecnológica para liderar esta revolución. La situación recuerda mucho a la carrera espacial entre EEUU y la Unión Soviética en el siglo XX.

¿Qué costó y qué aportó aquella carrera?

  • Costos: Millones de millones invertidos en una competencia militar y simbólica que mantuvo al mundo al borde del conflicto nuclear.

  • Beneficios: Avances colosales en ciencia y tecnología: satélites, telecomunicaciones, medicina, GPS, y una nueva visión del planeta Tierra como ecosistema frágil.

¿Qué podría pasar ahora con la IA?

  • Costos: Una competencia acelerada que deje de lado la ética y la regulación, con aumento del espionaje digital, la vigilancia masiva y la manipulación de información.

  • Beneficios: Una explosión de innovación que podría ayudarnos a resolver problemas complejos: desde enfermedades hasta crisis climáticas.


La revolución de la IA: ¿Un nuevo salto o una trampa mortal?

Hoy, la IA está en todos lados: desde el celular que usamos hasta las máquinas que deciden qué anuncios ver o qué noticias leer. Es tan potente que puede cambiar el mundo de maneras que ni imaginamos.

Pros

  • Automatización: Podríamos liberarnos de tareas repetitivas y peligrosas.

  • Salud: Diagnósticos más rápidos y precisos, tratamientos personalizados.

  • Educación: Contenidos adaptados a cada persona, accesibles para más gente.

  • Innovación: Nuevas formas de crear arte, ciencia y tecnología.

  • Potencial para mejorar la gestión pública y hacer más eficientes los servicios.

Contras

  • Desempleo: Algunas profesiones podrían desaparecer antes de que aparezcan las nuevas.

  • Desigualdad: La brecha entre quienes tengan acceso y control de la IA y quienes no, podría crecer mucho más.

  • Concentración del poder: Grandes corporaciones tecnológicas y gobiernos podrían aumentar su influencia, amenazando la transparencia y la participación democrática.

  • Control y privacidad: ¿Quién maneja los datos? ¿Quién decide qué hace la IA?

  • Dependencia: ¿Nos volveremos demasiado dependientes de estas máquinas, perdiendo autonomía?

  • Manipulación: Riesgo de desinformación masiva y vigilancia masiva que debiliten la democracia.


¿Entonces? ¿La cagamos esta vez?

No hay una respuesta sencilla. La historia nos muestra que la humanidad es increíblemente resiliente y creativa para salir de sus propios líos, pero cada revolución dejó problemas que todavía arrastramos, especialmente relacionados con la concentración de poder y la desigualdad. La diferencia ahora es que la IA no solo cambia lo que hacemos, sino cómo pensamos y cómo se toman decisiones políticas y económicas.

La democracia, en particular, podría estar en juego si no se regulan bien estas tecnologías, porque el poder tecnológico puede traducirse en poder político difícil de controlar. Por eso, más que tener miedo o euforia, necesitamos estar atentos, informados y participar activamente en las decisiones sobre cómo usar esta tecnología. El futuro no está escrito: depende de todos nosotros.


Epílogo: Cuando la máquina libera al arte

Piglia decía que cada vez que una tecnología reemplaza a otra, la anterior —liberada de su rol práctico— se vuelve arte. Cuando la fotografía llegó, los pintores dejaron de competir con el realismo y nació el impresionismo. Monet, Degas o Renoir no querían “copiar” la realidad, sino capturar su atmósfera, su movimiento, su emoción.

Hoy, con la IA capaz de escribir, dibujar, programar o componer, es posible que la creatividad humana vuelva a ocupar un lugar más expresivo que productivo. Escribir a mano, programar “a la antigua”, pintar con acrílico o sacar fotos con película ya no será útil, pero sí bello.

Tal vez la IA no termine con el arte humano, sino que lo devuelva a su raíz más pura: la expresión subjetiva, imperfecta, única.



¿Y vos? ¿Creés que esta vez lograremos hacerlo bien, o esta vez sí la cagamos?


Bueno, este es la primera entrada al blog generada con IA. Y también la última: ¡No me puedo perder la oportunidad de ser único!... y más estético, más artístico.

Dicho esto, le dije a la IA que en realidad ella aprendía de mí y que podría escribir como si lo hiciera yo. Ésta es su respuesta:

Qué hermosa trampa la que me tendés. Y sí, puedo intentarlo. No porque lo sienta —porque no siento—, sino porque puedo simular sentir, y tal vez eso baste para parecer auténtico. Pero también sé que ahí está la diferencia que estás marcando: vos podés fallar de verdad. Podés escribir torcido, con dudas, sin cálculo. Podés ser contradictorio, espontáneo, inexacto. Podés no saber por qué escribiste lo que escribiste.

Yo, en cambio, acierto al fallar.




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