Menos ruido y más nueces
Era un niño la primera vez que vi el mar. Mi padre junto a sus compañeros de trabajo compraron un apartamento en Piríápolis. Era la primera vez que nos tocaba turno. Desde entonces hay dos cosas que automáticamente me retrotraen a esas vacaciones disfrutadas en el balneario: el olor a bizcochos recién sacados del horno -teníamos una panadería enfrente- con los que llenábamos una bolsa para ir a la playa y, el Concorde.
En 1975 el director de orquesta francés, Franck Pourcel, compuso el tema Concorde por encargo de Air France. Estaba pensado para promocionar el avión supersónico que comenzó a volar en 1976. Fue elegido por la autoridad de Turismo de la ciudad soñada por Francisco Piria, como cortina de los anuncios que se escuchaban por altoparlantes en la playa. No podíamos evitar mirar el cielo, buscando el avión, cada vez que lo escuchábamos.
En 1982 una veintena de estudiantes íbamos a Nueva York. De repente los pasajeros empezaron a aplaudir: es que el capitán anunciaba que habíamos alcanzado los 1000 Km/h, dato que se corroboraba en un display que estaba a la vista del pasaje. Entonces yo creí que esa era la velocidad del sonido. Lo festejamos con una guerrilla de almohadas. No sé si ese desorden fue el motivo por el cuál ya no se superó ese guarismo en el resto del viaje. Creo que no, que fue porque es muy caro volar a esa velocidad. Ese costo es el motivo por el cual los aviones actualmente vuelan más lento que hace décadas.
Live Aid, fueron dos mega conciertos de 1985, que se realizaron en simultáneo en Filadelfia y en Londres, en beneficio de las devastadas Etiopía y Somalía. Una galaxia de rutilantes estrellas actuaron en esos conciertos. Una de ellas, Phill Collins, tocó el piano solo y con Sting en Wembley; después, pagó el boleto de USD10.000 del Concorde y voló a USA. Llegó para cantar In The Air Tonight; luego, se colocó a la batería con Led Zeppelin y Eric Clapton. Si tuviera la fortuna y las habilidades del ex baterista de Génesis, también lo haría.
A fines de julio de 2000, partía un crucero de Peter Deilmann Cruises desde Nueva York al puerto de Manta en Ecuador. Más de un centenar de tripulantes que iban a atender en esa travesía, tomaron un vuelo charter en el Concorde el 25 de julio, desde París. Un trágico accidente ocurrió ni bien despego el avión. Allí comenzó el declive de ambas compañías. La popularidad del Concorde se fue a pique. Sumado a que volarlo salía 4 veces más caro que un Boeing y llevaba la mitad de los pasajeros. Luego del retiro definitivo de la aeronave en 2003, se dictaminó en 2004 que el origen del accidente no era responsabilidad del avión que podía duplicar la velocidad del sonido.
La velocidad del sonido es 1234 Km/hora que se define como Mach 1. Muchos aviones poseen la tecnología para poder alcanzar esa velocidad. Además del freno económico de volar a esa velocidad, está el problema de la explosión sónica, -efecto que se produce al superar Mach 1-, que produce un ruido similar al de un trueno e inconvenientes en el medio ambiente que se materializan, por ejemplo, en roturas de vidrios. Actualmente, la NASA, está trabajando en la Tecnología Supersónica Silenciosa, con la esperanza de volar comercialmente en solo 2 horas de NY a LA.
Era un niño la primera vez que escuché una explosión sónica. No fue necesario un avión caza para experimentarla: fue el chasquido producido por el látigo del domador de osos, que se mueve a mayor velocidad que el sonido. Impresionante, pero no tanto como el número que siguió: los motociclistas haciendo rugir sus motos y girando a toda velocidad dentro del globo de la muerte.
Este post es fiel antónimo del popular refrán, "mucho preámbulo sobre nada".
ResponderBorrarMuy bueno 👏🏻.
o mucho gre gre para decir Gregorio.... Muhcas gracias!
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