Golpe de Suerte
A los 15 tuve la gran alegría que me citaran para la preselección juvenil de basketball de Paysandú. Era la primera vez que me pasaba y un gran honor porque eso significaba que me habían elegido entre muchos jugadores menores de 20 años.
Además ese año se había conformado un gran equipo de dirección, encabezado por una leyenda del baloncesto uruguayo, Ramiro de León. El ex olímpico, venía precedido de una reputación de profesional riguroso, exigente, exitoso; así como, por su fama de calentón. En el ambiente también se le conocía por su "ojo de vidrio", es decir, era tuerto.
En su primera charla, presentó a su equipo, en el que también destacaba un reputado preparador físico. Nos habló de entrega, de disciplina, de respeto, de conducta. Para graficar lo que no iba a tolerar, contó la anécdota de un célebre compañero, sin dar su nombre, que había sido expulsado de la selección nacional por patear un balón en una práctica.
Durante su alocución, ya me molestaba la pierna. Luego el dolor fue insoportable y terminé con varios pinchazos de penicilina por la infección de un forúnculo que reventó en medio de mi pantorrilla. Ya no sabía que me dolía más, si la pierna, las nalgas o la certeza que iba a ser desafectado de la preselección.
Pasada una semana volví a los entrenamientos, sin novedades sobre mi baja del equipo. Todavía el énfasis se hacía sobre la preparación física. Mis compañeros rivales ya me llevaban días de ventaja y yo no quise aflojar. Me entregué por completo a las torturas de la calistenia. Al segundo día el dolor de mis abdominales era insoportable. Resignado, seguro de mi inminente cesamiento, le dije al Profe que no podía más. "Al dolor hay que darle contra el dolor", fue su indicación técnica, así que seguí padeciendo otras series de ejercicios abominables. En la noche mi padre me tuvo que llevar a la urgencia porque el dolor se agudizó. Resultó que tenía un ataque al hígado y por eso me perdí algunos días más de preparación.
Cuando volví, empezamos con los movimientos tácticos. El DT explicó una jugada, pero no logramos hilvanar los movimientos. Yo estaba en la posición de 2 o Escolta, -en mi carrera fui pasando por todas las posiciones, en tanto mi altura se mantuvo incambiada desde mi adolescencia-. "Salí", le dijo al Base que era quién iniciaba la acción y tomó su posición y la pelota, para enseñar el movimiento. "Pasás la pelota", le explicaba al jugador que había desplazado y me la pasó, "solo para engañar, él te la pasa devuelta". Entonces la pelota me quemó en las manos, rápidamente se la devolví, y se la reventé en el ojo inútil.
Con la cara roja de rabia, le pegó tal boleo a la pelota que se estrelló en el techo del Estadio Municipal, que es muy alto. Estaba tan seguro que ese era mi fin en esa preselección, como que el pelotazo fue la causa de la gotera que más adelante apareció.
Es posible que ese exabrupto fuera lo que me salvara de ser cortado del equipo, ya que si el Coach me sacaba, iba a quedar más en evidencia su desmadre. Cómo fuera, a pesar de todos los inconvenientes que tuve, quedé entre los 10 jugadores que fuimos a jugar, y ganamos, el Campeonato del Litoral Juvenil. Para entonces Ramiro era un amigo más.



Son pocas las personas que se atreven a negar la suerte, o quizás sea porque ella siempre está del otro lado y no conocen la desventura. Como tú demuestras ser de los que creen en ella, te doy mi granito de suerte 🤞porque la buena suerte no es casual, es producto del trabajo!
ResponderBorrarMuchas gracias por el regalito!
BorrarEsclavo de sus palabras el tuerto 😅
ResponderBorrarSi, más vale ser dueño de los silencios! Gracias!
BorrarMuy buena anécdota, nunca digas nunca, no se sabe, un buen pelotazo te puede salvar
ResponderBorrarY la música selente como siempre. El de tenfield no lo tenía, me está faltando básquet!
BorrarMuchas gracias Oso. Qué nunca falten el basquet y la música!
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