Cabezas Parlantes

 


El algoritmo de Spotify que arma la playlist “Especial para ti”, hoy incluyó Psycho Killer, ¿cómo sabe que me gusta si hace muchísimo que no escuchaba a los Talking Heads?

Un algoritmo es un conjunto de instrucciones que permite solucionar un problema, realizar un cómputo o procesar datos. En la cocina sería una receta y en computación un programa. 

En breve será posible el doblaje instantáneo y vamos a poder elegir el idioma en que queremos escuchar la canción. ¿Esto quiere decir que David Byrne va a tener que cantarla en español, armenio o lituano? No, un algoritmo va a traducirlo en línea hasta en lenguaje de señas.

Es que vuelve a estar en auge la Inteligencia Artificial. Gracias a Big Data, redes neuronales, machine learning y capacidades de cómputos impensables en la década del 50 cuando nació la idea.

Muchos cambios se aproximan. En principio, la idea que las computadoras hagan todo el trabajo rutinario liberando tiempo para el disfrute personal, ¡el fin de la esclavitud! Pero, ¿cómo se sostiene un empleo que puede ser realizado en su totalidad por un robot o bot que no se equivoca, no se cansa, no hace paros, no se enferma, no se embaraza?

¿Los empleados suplantados, van a cobrar un ‘ingreso ciudadano’’ y quedarse en sus casas? Ya vemos que esto no ha sido posible en la pandemia.

Pero no solo lo rutinario será automatizado.

Por ejemplo algo tan creativo como una película, se podrá hacer enteramente virtual y el espectador podrá elegir quien la protagoniza y que tipo de final quiere. Claro, no será necesario pagarle a La Roca los 20 millones por peli; igualmente, no cobrarán los actores de reparto que serán virtuales con caras y cuerpos inventados. Tampoco serán necesarios camarógrafo, iluminadores, catering…

El cerebro humano tiene límites, no puede ser más rápido que lo que la biología le permite y no puede ser más grande que el cráneo (Esto también está por verse, Neuralink Corporation de Elon Musk está probando implantes intracraneales en cerdos con el fin último de ampliar la capacidad del cerebro conectándolo a una supercomputadora en la nube).

Teóricamente, una computadora puede ser tan veloz como la luz y tan grande como el planeta. Por lo tanto su horizonte es casi infinito, como lo será su capacidad, y su poder.

No es la primera vez que revoluciones tecnológicas nos conmocionan y crean desafíos, que de alguna manera hemos logrado superar, pero si las supercomputadoras aprenden de lo que ven (barriendo datos en las redes por ejemplo), ¿cómo lograr que su comportamiento sea el adecuado?

La IA nos abre todo un mundo de posibilidades, pero el desafío es que logremos enseñarle “valores” a las máquinas, para que una vez que nos superen ampliamente, hagan lo que es “bueno” para quienes la pergeñaron. Si algo tiene que lograr esta generación, o a lo sumo la que viene, es esa supercomputadora ética, antes de ponernos a descansar tranquilos ya que no tendremos nada más que inventar.

Mientras esperamos que los robots no se conviertan en “Psycho Killers”, voy a escuchar una vez más la canción pero en su versión acústica, que todavía faltan algunos años para que una máquina haga sonar así unos violonchelos, tal como sonaron en el 2004, en Montevideo, en el Cine Plaza.




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